Esta es una historia repleta de misterios, que más tarde se irán resolviendo y con un poco, como no, de amor adolescente.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Nuevo blog.

A petición de algunas personas, a partir de ahora, subiré todas las noticia y capítulos a este blog.
Espero de verdad, que os guste, y me gustaría que me dieseis vuestra más sincera opinión.
Tanto si os gusta, como en lo que creeis que puedo mejorar, para intentar perfeccionarlo.
Muchas gracias por pasaros:)
Y por cierto, quería agradecer a todas las personas que se pasaron por mi página ayer por la noche, porque me ya había consegido 100 visitas en unas pocas horas:D
Muchas gracias^^
Miriam.

PRIMER CAPITULO.


            Me llamo Megan, Megan Haddon, pero todos mis amigos o gente conocida me llaman Mel.
            Soy huérfana, no creo que nadie me deba de tener pena, ni nada por el estilo, pues no conocí a mis padres.
            Ellos me abandonaron a los seis años y no recuerdo absolutamente nada salvo recuerdos confusos y sus voces. 
            La voz de mi madre era suave y aterciopelada y su marcado acento español se notaba allí donde fuera.
            La voz de mi padre era grave y siempre me había hablado con mucho cariño y ternura.
            Es insólito que solo recuerde la voz de mis padres. Ya era lo suficientemente mayor como para acordarme, pero en cuanto vi que la tristeza intentaba adueñarse de mí, olvidé todo.
            Mis padres no me abandonaron ni a mi suerte ni en un orfanato, me dejaron en casa de mis tíos paternos.
            Ellos eran, y aún lo son, ricos.
            Se supone que me deberían haber criado mis tíos, pero prácticamente me han criado mis canguros. Ellos simplemente pagaban a gente para que me cuidara. No entiendo como la gente es así. Al fin y al cabo, siempre he vivido con ellos aunque a la sombra de mi hermana-prima Susan.
            A mis tíos los llamo por su nombre, Megan y Phill, sí, me llamo Megan en honor de mi tía y no me gusta, nada, pero hay que aguantarse, cuando tenga la edad legal me cambiaré el nombre, simplemente.
            Bueno, pero en vez de enrollarme y contar cosas que no te interesan  empezaré con mi historia:
            -¡Mel, vamos!- me gritó Susan desde el sótano por el que salíamos todos los días.
            Bajé por las escaleras de mármol, provocando un ruido un tanto molesto, sabiendo que eran las nueve de la mañana, pero no me importaba.
            Me miré en el espejo de cuerpo entero que se hallaba al final de las escaleras y comprobé que el iba bien vestida.
            -¿Es que siempre tienes que hacer eso?- me preguntó cada vez más irritada Susan.
            -Tú lo haces todos los días mil veces por lo menos, así que si lo hago yo una vez al día no pasa nada.
            Su respuesta fue un gruñido, pero al menos no me respondió, no me apetecía empezar otra pelea con ella.
             
            El día que me salvé de aquel infierno fue catorce de octubre. Iba andando en dirección al instituto con Susan, por la calle “infierno” ya se que era una ironía cuando nos encontramos con Chris. Él era mi novio (que conste que ya no ¿eh?), estaba demasiado enamorada de él, o eso pensaba yo,  mientras estábamos saliendo.
            Era alto, esbelto, moreno, tenía el pelo largo, por los hombros,  y sus ojos eran verdes, era increíblemente mono.
            Llevaba mi camisa favorita, de cuadros y azul. Unos vaqueros bajos y unas deportivas.
            Su mochila era negra y blanca y la llevaba baja también.
            En la mano sostenía un archivador negro a juego con la mochila.
            -Hola Mel- sólo me dijo hola, solo, (en vez de darme un beso como se suele dar), se giró y empezó a mirar a Susan, a tontear con ella.
            Estuve esperando de brazos cruzados mirándolos poco tiempo, lo reconozco, pero cada segundo se me hacía eterno.
            Hasta que estallé y les grité mientras tiraba mi carpeta decorada con una foto de Chris y yo besándonos:
            -¡Ya vale ¿no?! Supuestamente me quieres solo falta que os empecéis a morrear delante de mí.
            Aquella mirada me heló. La mirada de odio, de desprecio, de me estorbas…  ¿Cómo se atrevía?
            -¿Quieres saber la verdad Mel? ¡Me gusta Susan y siempre me ha gustado! ¡Solo estuve contigo  para poder acercarme a ella!- automáticamente se me llenaron los ojos de lágrimas, pero logré no romper a llorar. Todavía no mi autoestima no se había ahogado del todo, aunque se me estallaron con lo que pasó a continuación:
            Chris agarró a Susan por la cintura y la besó suave y dulcemente. La verdad, no me sorprendí, pues ya me había herido muchas veces antes,  pero lo que más me dolió fue que la muy guarra se agarró a él en vez de quitarse, como debería haber hecho una buena prima- hermana.
            Empecé a llorar y les grité sin sacando todo el odio que pude al exterior:
            -¡¿Sabéis que?! ¡Os odio! Tú Chris eres un gilipollas integral. Y tú Susan- muy a mi pesar, se me escaparon más lágrimas ácidas, que hicieron que mis ojos se enrojecieran- tú… ¡Dios Susan! ¡No sé como has podido la verdad! ¡Hoy me piro! ¡No sé adonde, pero me voy! ¡No te pienso soportar más! Diles a tus papaítos que me voy y ¡Qué la culpa es vuestra pero sobre todo tuya Susan!- durante todo mi discursito estuve mirando a Susan aunque podía notar las miradas de reojo de los estudiantes, adultos  y de mis compañeros que pasaban cerca de la escena. Debían de pensar que era una loca y que me había dado un ataque de histeria, yo misma lo pensaría si viera a alguien tal y como estaba en esos momentos por la calle.
            Me acabé dando verdadera pena a mí misma, solo que no por lo que me acababa de ocurrir, si no porque había fracasado en la vida, todos mis objetivos los había olvidado por completo cuando empecé a salir con Chris y ahora, nunca más podría realizarlos.
            Nunca más podría ser una gran atleta y nunca más podía ir a Hardward para estudiar periodismo mientras me entrenaba. Porque al irme de casa, tendría que estar huyendo hasta que fuese mayor de edad, aunque solo me faltaban en ese momento dos años, y sin dinero, bueno algo había ahorrado quizás… unos cientos de dólares pero eso no me llegaría para mucho tiempo, así que tendría que ponerme a trabajar nada más huir, ¿adónde podría ir? ¿Y cómo?